Los libros condenados (Les livres maudits), mejor traducido como Los libros malditos, es un magnífico repaso por varios libros prohibidos a lo largo de la historia, escrito por el misterioso Jacques Bergier, quien colaboró con dos obras fundamentales del realismo mágico: El retorno de los brujos (Le Matin des Magiciens) y La rebelión de los brujos (La Révolte des Magiciens).
Los libros condenados no sólo se enfoca en libros prohibidos, sino en libros abominables, propensos a desencadenar toda clase de catástrofes en el lector, libros que hablan de un pasado remoto, de civilizaciones ahogadas en un cataclismo global, libros quemados en la biblioteca de Alejandría, cuyos títulos, terribles y amenazantes, aún sobreviven como ecos de un conocimiento perdido.
Claro que un hombre como Jacques Bergier no se limitaría a la simple exposición de curiosidades bibliográficas. Los libros condenados es algo más que eso.
Sus páginas parten de una hipótesis de trabajo muy interesante: que existe una conspiración, un ocultamiento deliberado de cierto tipo de saber por parte del poder establecido. Este saber es antiguo, más antiguo que el hombre, quizá, y se manifiesta, cifrado y encriptado, en algunos mitos estremecedores y en libros prodigiosos que han sido cuidadosamente quemados a lo largo de la historia.
Entre ellos figura El Manuscrito Voynich, el aberrante Excalibur, cuya lectura conduce a la locura, y otros menos conocidos, pero igualmente signados por el olvido intencional de los sabios.
Jacques Bergier alude a esta cofradía de censores cósmicos como los Hombres de Negro, cuya disposición sobre el planeta se extiende desde los albores de la humanidad, impidiendo la difusión de conocimientos potencialmente peligrosos para ser revelados en una progresión acelerada.
Entre los integrantes de esta hipotética orden de censores estarían nada menos que Joseph de Maistre (enemigo acérrimo de la Revolución francesa) y el zar Nicolás II de Rusia, último vástago de los Romanov Entre los censurados aparece el ya olvidado Saint-Yves d'Alveydre, autor de El Arqueómetro, quien en 1885 debió quemar, bajo amenaza de muerte, su Misión de la India en Europa y Misión de Europa en Asia. La cuestión de los Mahatmas y su solución; edición que sobrevivió y murió en incontables ocasiones. Como muestra del terror impreso en sus páginas (donde se detalla la existencia de la ciudad subterránea de Agartha) vale señalar que incluso fue buscada y quemada por los nazis durante la invasión en Francia.
Otro libro perseguido es el famoso Libro de Toth, sobre el que ya hablaremos; un papiro legendario de 20.000 años de antigüedad creado por sacerdotes egipcios, que, al parecer, contiene secretos sobre mundos alternativos y entidades descomunales habitando en los espacios siderales.
Los libros condenados no sólo habla de los perseguidos, sino de los perseguidores, los Hombres de Negro, cuyo mayor éxito fue la destrucción de la Biblioteca de Alejandría a manos de Julio César, en el año 47 a.C, arrasada por Diocleciano en el 285 d.C, y definitivamente aniquilada por los árabes en el 646 d.C. Según lo sugieren algunos títulos que sobrevivieron a la hecatombe, la Biblioteca, fundada por Demetrio de Falera en el 297 a.C. contaba con amplias secciones sobre geografía, astronomía, ciencias naturales y matemáticas, poseía alrededor 600.000 documentos, la mayoría de los cuales desapareció para siempre. Entre ellos estaba la obra de Beroso, astrólogo e historiador, creador del cuadrante solar semicircular, así como rollos antiquísimos que hablaban sobre vastas civilizaciones preatlánticas.
Los libros condenados es una excelente excusa para adentrarse en la historia de estos libros perdidos, una forma especular, refractaria, de iniciarse en sus misterios.