Ernesto Guevara de la Serna predicó y practicó el odio como factor de lucha.
Racista cabal, escribió “Los negros, los mismos magníficos ejemplares de la raza africana que han mantenido su pureza racial gracias al poco apego que le tienen al baño”.
Sobre los indios anotará “en este tipo de trenes hay una tercera clase destinada a los indios de la región… es mucho más agradable el olor a excremento de vaca que el de su similar humano… la grey hedionda y piojosa… nos lanzaba un tufo potente pero calentito”. A los aborígenes mexicanos los definió como “la indiada analfabeta de México”.
Sobre el campesinado boliviano subrayó “son como animalitos”. Ni su mujer, Hilda Gadea, se salvó de sus humillaciones “Hilda Gadea me declaró su amor en forma epistolar y en forma práctica. Yo estaba con bastante asma, si no tal vez la hubiese cogido…lástima que sea tan fea”.
La homosexualidad será por el Che castigada en los campos de concentración que él dirigía en la Península de Guanacahabibes (Cuba) y definió al homosexual como un “pervertido sexual”.
Por su condición de asesino serial se autodefinió como “una máquina de matar”; por su fanatismo enfermizo sostenía que la moderación es una de “las cualidades más execrables que puede tener un individuo”; se consideraba a sí mismo como “todo lo contrario a un cristo” y confesó sentir un profuso “odio a la civilización” a la vez que enseñó que “la más fuerte y positiva de las manifestaciones pacíficas, es un tiro bien dado a quien se le debe dar”.
El Che contribuyó a instalar en Cuba el más prolongado y brutal totalitarismo de la historia moderna en América e intentó llevar adelante frustrados golpes de estado en el África y conspiró también contra Presidentes democráticos de la Argentina y Bolivia.
Sus apologistas lo veneran alegando que “murió por un ideal”, cuando lo trascendente en Guevara es que haya fusilado a mansalva por imponer sus inhumanos dogmas comunistas. Lo esencial en Guevara no es como murió sino como vivió.
Afortunadamente, tras estar agotado en el mercado desde hace cinco años, tengo la alegría de lanzar una reedición de mi libro sobre Guevara, el cual lleva justamente el título de esta nota: “El Canalla, la verdadera historia del Che”. Asimismo, esta obra es la única biografía publicada en Argentina que destruye con documentación inexpugnable la historieta del Che Guevara “filantrópico y justiciero” para dar paso al Che Guevara real, que no es precisamente el simpático aventurero de las remeritas sino el irrefrenable fusilador sistemático.
Una vez más y con el prólogo del genial pensador Armando Ribas, ponemos este trabajo a consideración del amigo lector.
Desenmascarado el mito, ha muerto el “santo laico” y ha nacido “el Canalla”.