Ernst Nolte, historiador alemán conocido por contextualizar los movimientos fascistas situándolos dentro del marco histórico de donde surgieron, lo que le condujo a su tesis acerca de la existencia de una guerra civil europea entre 1917 y 1945, personificada en la lucha entre el nacionalsocialismo y el comunismo bolchevique. Famosa es, a este respecto, su afirmación de que “el gulag precedió a Auschwitz”. Un nexo causal que despertó indignación, porque se le atribuía un fundamentum in re: que el archipiélago Gulag se haya sacado a relucir en relación con Auschwitz. Ahí está el escándalo: el hecho de que Nolte haya investigado de manera razonable y sopesada el período de las dos guerras mundiales, sin convertir “en objeto la ciencia histórica la perpetuación del cuadro propagandístico en blanco y negro creado por sus contemporáneos”. Algo que Nolte exige a todos los historiadores.
Para Nolte, por tanto, sólo se logra acercarse progresivamente a la realidad histórica desde el análisis mismo, y no desde “profesiones de fe y aserciones prematuras”. En consecuencia, sobran las demagogias, los oportunismos intelectuales, los moralismos y todas las reacciones emocionales. Porque la historia debe verse, no como un concepto lineal, sino como un “fenómeno de una pluralidad de grandes culturas”, siendo la civilización la unidad significativa del estudio histórico, no la nación; las culturas, los pueblos, son concebidas como organismos que nacen, se desarrollan y al final mueren.
Para Nolte, por tanto, sólo se logra acercarse progresivamente a la realidad histórica desde el análisis mismo, y no desde “profesiones de fe y aserciones prematuras”. En consecuencia, sobran las demagogias, los oportunismos intelectuales, los moralismos y todas las reacciones emocionales. Porque la historia debe verse, no como un concepto lineal, sino como un “fenómeno de una pluralidad de grandes culturas”, siendo la civilización la unidad significativa del estudio histórico, no la nación; las culturas, los pueblos, son concebidas como organismos que nacen, se desarrollan y al final mueren.
Antonio José Trigo
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